Un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge descubrió esto y alertó que cuando estos árboles mueren, el carbono que almacenan vuelve al ciclo del carbono.
Los resultados fueron publicados en la revista Nature Communications.
Los investigadores analizaron cerca de 1.800 árboles, tanto muertos como vivos, centrándose en dos especies de coníferas de montaña, el pino negro y el alerce siberiano, en el Pirineo español y en el macizo de Altái de Rusia.
Descubrieron que las condiciones duras y frías frenan el desarrollo, pero también fortalecen a los árboles y les permiten llegar a la madurez más tarde. Por el contrario, los árboles que crecieron más rápido durante sus primeros 25 años murieron mucho antes que sus parientes de crecimiento lento.
Las plantas absorben el dióxido de carbono de la atmósfera durante la fotosíntesis y lo utilizan para crear nuevas células. Los árboles de larga vida, como las coníferas, pueden acumular carbono durante siglos. Por eso se cree que cuanto más alta sea la temperatura, más rápido crecen las plantas, por lo que más carbono es eliminado de la atmósfera.
«Pero eso es sólo la mitad de la historia. La otra mitad es la que no se tuvo en cuenta: que estos árboles de crecimiento rápido contienen carbono por períodos de tiempo más cortos», dijo el profesor Ulf Buntgen, autor principal del estudio.
Dado que el clima de la Tierra sigue calentándose, el crecimiento de los árboles continuará acelerándose, pero la duración de la acumulación de carbono en los árboles disminuirá.
El mismo efecto se observa en los árboles plantados en la ciudad y refleja la dinámica del ciclo global del carbono a nivel mundial.