Notre Dame de París, uno de los íconos de la ya de por sí fotogénica capital de Francia, quedó consumida por las llamas debido a un incendio que se produjo durante los trabajos de restauración. Esta tragedia no es solo una pérdida para los franceses, es una pérdida de la humanidad. Conoce por qué este edificio es tan importante para el mundo.
por Socio informativo
Agencia de Noticias Sputnik
Incluso su lugar de nacimiento tiene significado para la historia de Francia. La catedral fue edificada en la Isla de la Cité (Île de la Cité), ubicada en medio del río Sena, en el corazón de París. Por mucho tiempo fue considerado el centro y la cuna de la ciudad, ya que fue utilizada como un lugar defensivo alrededor del 52 a.C por las tribus celtas.
Varias fuentes señalan que en los tiempos romanos en el sitio donde está erigida la catedral se construyó un templo para Júpiter y, posteriormente, en el año 528, se emplazó allí la primera iglesia cristiana de la ciudad.
A medida que la importancia de París crecía, también las ambiciones de los monarcas de hacer de ella una ciudad para impresionar. Es por esto que el rey Luis VII ordenó la construcción de un catedral. La ciudad se estaba convirtiendo en el centro de poder de Francia y necesitaba un monumento religioso que igualara a su nuevo estatus.
El nombre de la catedral, Notre Dame (Nuestra Señora), se debe a que su construcción fue dedicada a la virgen María. La arquitectura ha servido como ejemplo del estilo gótico y fue modelo para la construcción de miles de iglesias en la edad media.
La primera piedra fue colocada en 1163 en presencia del papa Alejandro III, pero tomaría 200 años para ser terminada. Su aspecto actual, o al menos el que tenía antes del incendio, es resultado de una serie de modificaciones que sufrió en los siglos posteriores, como la realizada por el rey Luis XIV para adaptarla más al estilo Barroco.
Con una altura de 35 metros, tiene dos torres, un inmenso rosetón de 10 metros de diámetro, tres pórticos de acceso y una galería de estatuas a 20 metros del suelo. La cereza del pastel era sin duda su aguja, que medía 96 metros de altura y que fue consumida por el fuego.
Cronista de la historia
Debido a su majestuosidad y ubicación, la catedral fue escenario de numerosos acontecimientos que marcaron un hito en la historia parisina, francesa y mundial.
Fue precisamente dentro de sus paredes donde se realizó la ceremonia de consagración de Napoleón Bonaparte, el inicio del proceso de rehabilitación de Juana de Arco y la celebración de la victoria de la Segunda Guerra Mundial.
Además, aquí tuvieron lugar las las ceremonias fúnebres en honor de los jefes de Estado, como Raymond Poincaré y el general Charles De Gaulle.
Con este incendio no solo se pierde un lugar que ha sido testigo de cientos de años de historia, sino que se corre con el riesgo de perder para siempre cientos de reliquias invaluables para la religión católica.
Notre Dame era el hogar de la corona de espinas que pudo haber llevado Jesús el día de la crucifixión, así como un pedazo de la madera y uno de los clavos de la cruz.
De valor más artístico, también se encuentran varias obras como la pieza esculpida en el siglo XVIII por Nicolas Coustou, el ‘Descendimiento de la cruz’. Además del órgano, diseñado y fabricado por Aristide Cavaillé-Coll en el siglo XIX.
La catedral no solo era un sitio turístico —es el monumento histórico más frecuentado de Europa con alrededor de 13 millones de visitantes al año— aquí se alberga una capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe y se celebran cinco misas diarias y siete los domingos. Con las fiestas y las celebraciones excepcionales, son más de 2.000 misas al año.
Por todo esto, la catedral es Patrimonio de la Humanidad, reconocido por la Unesco desde 1992.
Sus gárgolas, famosas gracias a la novela ‘El jorobado de Notre Dame’ de Victor Hugo e inmortalizadas en cientos de películas, ya no verán más, al menos por un tiempo, a los millones de turistas que vienen de todos los rincones del planeta a ver un trozo de historia viviente.