Enclavada en el Istmo de Tehuantepec, al sureste del estado de Oaxaca, la heroica Ciudad de Juchitán de Zaragoza, le hace honor a su nombre original Ixtaxochitlán «lugar de flores blancas», pues en ella habitan muxes o el denominado «tercer sexo».
por Socio informativo
Agencia de Noticias Sputnik
Y es que, en esta ciudad las personas de la diversidad sexual han encontrado una aceptación desde hace más de cuatro décadas, pues los muxes significan apertura, comunidad y sobre todo respeto, en el entendido de que son parte de la cultura zapoteca, destacó Michel Pineda, director de Cultura de ese municipio.
El término muxe proviene de una versión zapoteca de la palabra «mujer» en español, donde algunas se identifican con el género femenino (gunaa) y otros con el masculino (nguiiu).
Juchitán tiene una cultura muy viviente, donde las fiestas, los rituales y en general todo el sistema de ambiente, tiene un juego indispensable en las actividades sociales y culturales, como las fiestas patronales, llamadas «velas».
Para entender por qué las personas muxes tienen un papel importante en estas fiestas, es necesario saber que las mujeres en este lugar tienen el control económico y generan sus propios recursos, no están expensas a lo que el hombre les da como en el resto del país, es un matriarcado. Aquí dominan las mujeres y por ello, también las personas muxes tienen voz y son aceptadas.
Los muxes, cocinan, peinan, maquillan, bordan, venden, tienen un rol que les ha hecho ser parte de la sociedad y ganar esta aceptación que, para otros pueblos no es bien visto, pero para los juchitecos esta diversidad es una apertura y significa la ayuda mutua y el trabajo.
Michel Pineda recordó que en la década de los 70, no existían muxes como tal, sino que eran hombres casados, pero que eran «afeminados», se distinguían porque usaban guayaberas con flores y botones de oro, además coqueteaban con otros hombres y eran de un estatus socioeconómico alto, la gente los reconocía al verlos.
En la década de los 80 mucha gente se fue del municipio y se abrieron a otro ambiente, aprovechando la apertura sexual en todo el mundo, se vestían como Gloria Gaynor y eso generó mayor apertura en cuanto a su forma de vestir y actuar, pero había quiénes no eran tan agraciados físicamente y optaron por vestir de manera tradicional, zapoteca, con la enagua y el huipil.
Muchos de los muxes sabían bordar y así empezaron a generar oficios, a travestirse y a usar esta identidad zapoteca que ya es conocida. Se dieron cuenta que la ropa típica generaba otro sistema, otro estatus, entonces hubo gran afluencia de sociólogos, antropólogos, etnógrafos, quienes generaron este mito a partir de documentales y entrevistas sobre la homosexualidad en este lugar.
Expuso que Elí Bartolo, uno de los fundadores del colectivo Gunaxhii Guendanabani, se dedicó a estudiar la homosexualidad desde un sistema antropológico y social, así como su proceso de lucha y libertades, lo cual reivindicó a un grupo de muxes, que comenzaron hacer activismo en contra de la discriminación y también emprendieron un lucha contra el VIH/SIDA.
Así, ganaron espacios a nivel social y gubernamental, ahora hay muxes que ya pueden tener su identificación oficial con su cambio de identidad de género desde 2017, y en la actualidad una muxe tiene la Dirección de la Diversidad Sexual, donde se brinda orientación, capacitación y acompañamiento en caso de sufrir algún tipo de discriminación.
«Para nosotros, convivir con muxes es algo normal, muy poca gente se queja de ellos, son parte de la comunidad istmeña y por eso este lugar los acepta, porque también vive de sus fiestas y ellos tienen su rol ahí y ha permitido su integración», expresó.
El periodista, Gerardo Valdivieso Parada, expuso que los muxes también crecieron dentro de las familias pobres y con muchos hijos, por ello, cuando las madres tienen un hijo muxe lo aceptan, porque saben que ese hijo va a lavar la ropa de los demás integrantes de la familia, va hacer la comida cuando ella no esté, se va ir a vender, se va a volver la «ama de casa», va a cuidar a los niños y a ella misma cuando esté grande porque no se va a casar nunca.
En cuanto a la discriminación, consideró que en ocasiones la palabra «muxe» es una palabra hiriente, sobre todo cuando lo gritan en la calle con dolo, «a mí una vez un joven en una bicicleta me gritó «muxe» y me dio mucho coraje, sentí feo porque te lo dicen con toda la carga negativa y entre la misma comunidad muchas veces se denigran así, en ocasiones en lugar de referirse al otro por su nombre, le dice «muxe» en un tono despreciativo, por ello esta palabra tiene muchas acepciones».
Vela muxe, fiesta contra la discriminación y la homofobia
Valdivieso Parada expuso que hace más de 43 años los muxes eran perseguidos por la policía, en ese entonces no se maquillaban, bastaban con que vieran a dos homosexuales juntos para subirlos en una patrulla, no podían exhibirse en la calle ni entrar a los bares o cantinas y eso los obligó a salir del municipio e ir a otros pueblos cercanos.
Así, en San Pedro Comitancillo, un pueblo pequeño donde la gente era apacible, realizaron sus encuentros, llegaron muxes o gays de otras partes de Oaxaca e hicieron sus encuentros ahí y en una ocasión en un bar, el presentador de un conjunto conoció a un grupo de muxes y las presentó a los asistentes «un saludo a las Auténticas Intrépidas Buscadoras de Peligro», porque ellas desafiaban esas leyes, de acuerdo con su fundador, Óscar Cazorla, asesinado el pasado 9 de febrero.
La vela es el núcleo y cada persona es como una célula, esta fiesta se divide por espacios denominados puestos, donde cada anfitrión atiende a sus invitados. Las mujeres tienen que dar una limosna o cooperación entre 50 y 100 pesos envueltos en una servilleta, se entrega secretamente el pañuelo, la otra parte los revisa y regresa la servilleta, mientras que los hombres llevan a la vela una caja de cerveza.
Esta festividad consiste en coronar a la reina del año en curso, así como sus mayordomos, también hay una pasarela donde las embajadas y parte de la comunidad muxe camina en medio de la pista para que toda la gente aprecie los diferentes vestuarios que hay en la región, que son de gala y diferentes diseños.
Antes de esto, compartió, se hace la regada de fruta, donde la reina, mayordomos y otros muxes va en carros alegóricos en un ambiente de carnaval y ofrecen diversos artículos para el hogar, antes se regalaban frutas de ahí el nombre. En esta fiesta todo el pueblo participa y celebra con ellos.
La diversidad crece y apoya a las nuevas generaciones
La activista, Naomi Méndez Romero, externó que llevan 43 años luchando por su identidad y dándose a conocer como un tercer género, porque no se identifican ni como él ni como ella, sino como muxes, ya que tienen la fuerza masculina, pero la sensibilidad femenina, «somos dos en una sola persona».
Precisó que en Juchitán están al pendiente de los niños, para identificar quienes son muxes y apoyarlos desde temprana edad. Las muxes mayores (gunaa) les brindan pláticas sexo-genéricas para que comprendan que lo que sientes es normal y no hay nada malo en ello.
De igual forma, hay un proceso de madrinaje y estos niños se vuelven en sus «ahijados», los visten por primera vez de mujer, les compran zapatillas, vestido, los maquillan y les compran su peluca. Lo cual depende si quiere ser muxe gunaa, es decir muxe mujer.
Naomi, tiene 32 ahijadas y ahijados y uno de ellos es el mesero de una cafetería del centro de la ciudad, de nombre Víctor, y a quien en la vela de noviembre pasado vistió, maquilló, compró sus primeras zapatillas y su primer vestido «yo me encargo de arreglarla y de que vaya bien y se divierta, le inculcamos que como muxe no solo es una prostitución, no solo es libertinaje sino les enseñamos a luchar por sus derechos».
Por su parte, Víctor Francisco Ruíz Toledo de 20 años de edad, es estudiante de Derecho y ahijado de Naomi, expresó que el hecho que la activista Méndez Romero sea su madrina es un honor porque integrarse al mundo muxe es difícil, pero cuando se encuentra una persona que aconseja y apoya es muy importante. «Le agradezco mucho porque me ha ayudado, tanto en mi homosexualidad y en mi vida de muxe».
Mientras que la mamá de Naomi expresó que es un orgullo tener una hija como ella, la ama porque es la que más debe querer y apoyar, «Juchitán es una ciudad que acepta a todos sus hijos y es un ejemplo a seguir, aquí los padres aceptan a sus hijos y los respetan y aman como son, aquí ha sido un pueblo para ellos y una ciudad para todos los que quieran venir, me siento orgullosa de vivir aquí y de estar con todos los que son como mi hija».