La viralización de vídeos íntimos registrados en relaciones de pareja se ha vuelto un fenómeno tristemente en crecimiento. En ocasiones, se utilizan estos contenidos para vengarse de una expareja con la que terminó todo mal. En Argentina, uno de estos casos ha alcanzado notoriedad nacional. Te contamos por qué.
por Socio informativo
Agencia de Noticias Sputnik
Paula Sánchez Frega tiene 28 años y sufre ansiedad e insomnio, debido al escarnio al que fue sometida luego de que se difundieran vídeos y fotos de ella teniendo sexo con su expareja. Las tomaron juntos cuando la relación iba viento en popa.
Fue él, Patricio Pioli, quien presuntamente difundió estas imágenes al final de una historia con sabor amargo. De grupo en grupo de WhatsApp, las imágenes llegaron de un punto a otro del país, incluso lejos de la provincia de La Rioja, donde todo sucedió.
Ahora, Sánchez Frega lo llevará al banquillo, en un proceso judicial histórico: se trata, según el diario Clarín de Buenos Aires, de la primera mujer que logra esto en el país. La joven chef, de 28 años, irá a juicio oral contra Pioli, procesado por un tribunal, aunque se encuentra ahora en libertad bajo fianza.
El periódico argentino explica que ambos se conocieron en 2016 cuando ella fue al local de tatuajes donde trabaja Pioli. A los dos meses ya vivían juntos en la casa de ella, pero al poco tiempo todo se deterioró, debido a las peleas, los celos y los insultos.
Ahí, Pioli sacó un as bajo la manga para atormentar a su exnovia, que lo echó de la casa: la amenaza de divulgar el material pornográfico a su alcance. Cuando tenían relaciones, la joven se dejaba filmar por el novio, pero no sabía exactamente con qué fin lo hacía.
Según explicó a Clarín, no le molestaba, pues confiaba en él y consideraba que a lo sumo llegaría al círculo de conocidos más cercano de su entonces pareja.
«Pero todo cambió cuando mi intimidad cruzó la frontera llegando a lugares como a Córdoba. Ahí fue que decidí denunciarlo y llevarlo a la Justicia», dijo la chica al diario de Buenos Aires.
Su intimidad replicada de pantalla en pantalla la llevó a tener ataques de pánico y a no poder dormir. La voluntad de franquear la puerta de su casa se volvió nula, por los dedos que la señalan como protagonista de los vídeos. En su trabajo en un local de comidas, su sexualidad cayó en boca de los compañeros.
«Me tuve que ir y no pude conseguir trabajo. ¿Quién me va a contratar? No tengo un centavo, por suerte me ayudan mis padres», relató a Clarín la joven.
Y a pesar de que la tecnología y la omnipresencia de los celulares con cámaras, así como los cambios en la sexualidad de las personas, están volviendo cada vez más comunes historias como las de Paula, la legislación dificulta el acceso a la justicia para las víctimas.
Además de la pornovenganza, aparecen nuevos delitos como la sextorsión y el ‘grooming’ a partir de materiales íntimos intercambiados de esta manera. La legislación en Argentina y otros países va un paso atrás, y se busca modificar la situación con un anteproyecto de ley nacional para modificar el Código Penal e incluirlos dentro del cibercrimen.
Pioli, por ejemplo, será juzgado por coacción y lesiones leves calificadas, una tipificación que no cuadra del todo con la pornovenganza. Para muchos, se trata de una manifestación más de la violencia contra la mujer, pues suelen ser ellas las que caen en este tipo de escraches.
De momento, mientras espera que se haga justicia, la joven asegura que no se dejará filmar, y espera, de haber un resarcimiento económico, volcar fondos para la atención a mujeres que hayan pasado por su misma situación.