Planificación urbana, comercio ambulante y el derecho a la ciudad.

La forma en la que las ciudades se ordenan no está dada por el azar o la espontaneidad. Históricamente, las ciudades han sido planificadas en función de las estructuras de poder de las sociedades que las habitan.

por Alejandra Parra Muñoz
Máster en Planificación – University of Otago
Bióloga en Gestión de Recursos Naturales
Red de Acción por los Derechos Ambientales RADA

Para quienes vivimos en ella, La ciudad es el escenario en el que se desarrollan nuestras relaciones: sociales, con la naturaleza, con lo construido, con nuestros valores, con las tecnologías.

La cuestión de qué tipo de ciudad queremos no es independiente del tipo de lazos sociales que queremos, de las relaciones con la naturaleza que queremos, de los estilos de vida, tecnologías y valores estéticos que deseamos.

El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad individual de acceder a los recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos a nosotras y nosotros mismos cambiando la ciudad. Es, además, un derecho colectivo antes que individual, ya que la transformación de la ciudad depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo.

Desde un inicio las ciudades han sido construidas mediante el uso de riquezas concentradas en unas pocas manos. El crecimiento de las ciudades es por lo tanto un fenómeno donde existe una marcada diferencia de clases sociales, ya que la concentración de las riquezas se logra mediante la explotación de personas y lugares.

Las ciudades son la forma en que los sectores que acumulan riquezas, reinvierten esas riquezas para hacerlas crecer aún más. Existe por lo tanto una relación íntima entre el crecimiento de las ciudades y el capitalismo.

Los sectores ricos, para poder seguir enriqueciéndose, necesitan reinvertir sus riquezas y ganancias permanentemente. Esto genera con el tiempo, inevitablemente algunas barreras. Si hay baja cesantía y buenos sueldos, la capacidad de almacenar riqueza decae en los sectores ricos. Entonces inducen el desempleo a través del uso de máquinas que reemplacen a las personas, o atacando a las organizaciones de trabajadoras y trabajadores. Otra forma de seguir acumulando riquezas es invertir en lugares donde los sueldos son más bajos, o transformar sectores de trabajadores independientes en empleados.

Para seguir capitalizando, los sectores ricos también necesitan inventar nuevas necesidades y productos que vender, para lo cual es necesario explotar nuevos recursos naturales, extrayendo más recursos de los que la naturaleza puede renovar, explotando sin fin incluso los recursos no renovables como los minerales e hidrocarburos. Con la misma velocidad con la que se extraen los recursos naturales, se vierten los residuos producto de la extracción de materia prima virgen, de su manufactura, y de su uso cada vez más desechable, superando la capacidad de la naturaleza de absorber esos residuos, y creando incluso nuevos materiales residuales que la naturaleza no puede absorber. La búsqueda de nuevos sitios de explotación de recursos naturales, ha sido el motor de los procesos de colonización.

El Estado también administra riquezas, las que recolecta a través de los impuestos. El neoliberalismo, que es hoy en día la doctrina económica predominante en Chile y muchas partes del mundo, ha creado nuevos sistemas de gobernanza, integrando los intereses del Estado con los de los sectores enriquecidos. Éstos usan su dinero para asegurar que la administración de las riquezas del Estado favorezca siempre a las clases dominantes a la hora de tomar decisiones sobre la ciudad.

Estas últimas décadas, como en todas las etapas precedentes de las ciudades, la expansión urbana ha generado enormes transformaciones de los estilos de vida que vivimos. La calidad de la vida en la ciudad, difiere enormemente hoy en día dependiendo de la cantidad de dinero que se tenga. La calidad de la vida en la ciudad es hoy en día, una mercancía. La distribución de riquezas en la ciudad, se basa hoy en día en el consumismo, ya sea de productos o servicios.

Para reproducir aún más las transacciones económicas en las ciudades, se busca el desarrollo de una gran variedad de ofertas. La diversidad de ofertas tanto de productos como servicios a los que se puede acceder en las ciudades, da a los habitantes urbanos la sensación de libertad de elección, siempre que se tenga dinero para acceder a lo que se quiere. Así, proliferan los centros comerciales, los locales de comida rápida, y toda clase de ofertas turísticas, gastronómicas y culturales.

Para que este sistema de acumulación de riqueza bajo el que se crearon las ciudades se mantenga, la oferta debe siempre pertenecer a los sectores enriquecidos. La competencia de parte de sectores sociales que no pertenecen a la clase enriquecida, es inaceptable para quienes desde el comienzo tuvieron el poder de poner las reglas del juego a su favor.

El comercio ambulante, en este sentido, se escapa a las reglas del juego, impuestas por las clases dominantes enriquecidas por décadas y hasta siglos. Es por tanto una reacción totalmente esperable de parte de los sectores enriquecidos, el intentar criminalizar esta actividad. El comercio ambulante es el uso de la ciudad en favor de los sectores sociales pobres, de los sectores sociales que no han tenido nunca cabida en la toma de decisiones sobre las ciudades en que viven o trabajan, ya que se encuentran lejos de los círculos de poder. Las reglas de la ciudad han sido establecidas para que los sectores que hoy ejercen el comercio ambulante, sean explotados por quienes ostentan el poder, y les sirvan para seguir enriqueciéndose.

Las personas que ejercen el comercio ambulante, son además trabajadoras y trabajadores independientes, lo que significa que los sectores de poder no pueden intervenir en la fijación de sus sueldos. Por lo tanto, las y los comerciantes ambulantes están fuera del alcance de las estrategias que permiten a los sectores enriquecidos, seguir acumulando riquezas a través de la explotación de las personas.

El comercio ambulante subvierte todas estas reglas, usando la concentración urbana para obtener un beneficio que, bajo las reglas de la ciudad, nunca debería existir para esos sectores sociales. Es la rebelión contra las injustas reglas del capitalismo y el colonialismo, usando las formaciones urbanas creadas por el capitalismo en favor de la clase enriquecida, para distribuir de una manera más justa un pequeño porcentaje de las riquezas.

Por eso, debemos defender el comercio ambulante, como una forma de justicia urbana, como un atrevimiento de rebeldía ante un sistema económico, político y social que no hace más que enrostrarnos todos los días lo sometidas y sometidos que estamos.

Si queremos una ciudad más justa, si queremos relaciones sociales más justas, si queremos un espacio urbano que nos permita vivir y reproducir valores de justicia e igualdad, tenemos que pelear por la sobrevivencia de una actividad tan antigua y necesaria, como es el comercio ambulante en Temuco.