Una investigación señala que en el gigante asiático existen varias fábricas que producen el gas CFC-11, prohibido por el Protocolo de Montreal.
Un estudio desveló el mes pasado una peligrosa contaminación medioambiental a nivel planetario. Los científicos detectaron un aumento en las emisiones del gas CFC-11, lo que pone en peligro los esfuerzos globales para la protección de la capa de ozono, que nos protege del daño de los rayos ultravioleta solares.
Los autores de la investigación señalaron que las emisiones de CFC-11 de 13.000 toneladas métricas al año socavan el acuerdo ambiental internacional probablemente más exitoso en la historia, el Protocolo de Montreal, y que estas podrían explicarse por la producción ilegal del gas en el continente asiático.
El tratado estable la prohibición de producir clorofluorocarbonos, o CFC, lo que se esperaba que trajera una recuperación completa de la capa de ozono para mediados de este siglo. A causa de este incumplimiento, esta recuperación se verá retrasada varios años más.
Ahora, el diario The New York Times ha publicado una investigación independiente que afirma que la fuente «posiblemente más abrumadora» de estas emisiones se localiza en una decena de fábricas en zonas rurales chinas, donde algunos productores siguen elaborando y utilizando CFC-11 por su bajo coste.
«Un crimen ambiental»
Antes de que el químico fuera prohibido, China era responsable por casi toda la producción de CFC-11 en Asia Oriental, lo que representaba un 40 % a nivel global. China representa el mayor mercado de espuma de poliuretano, y el CFC-11 era uno de los agentes que se utilizaba para producir este material aislante.
Ahora, a pesar de que esta sustancia está prohibida, todavía se puede comprar en tiendas en línea chinas. Las autoridades del país tienen dificultades para controlar la producción ilegal del químico.
La ONG Agencia de Investigación Ambiental (EIA, por sus siglas en inglés), citada por The New York Times, ha identificado a al menos ocho fábricas en cuatro provincias chinas donde el producto se utilizan en el proceso de fabricación de poliuretano.
Además, la organización, con sede en Washington, afirma que tiene más pruebas que apuntan a que la industria de espuma china sería la principal fuente de estas nuevas emisiones de CFC-11.
«La escala de este crimen ambiental es devastadora, con un potencial impacto grave en el clima y la capa de ozono», declaró Alexander von Bismarck, director ejecutivo de EIA.
La organización ha presentado sus hallazgos iniciales al Gobierno chino y a la secretaría del Protocolo de Montreal y está preparando un informe completo para ser publicado el próximo mes. Desde el Ministerio de Ecología chino no han comentado los resultados de la investigación, señalando que están preparando una respuesta.
La producción ilegal de CFC-11 es «un crimen ambiental que exige una acción decisiva«, comentó Erik Solheim, jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que supervisa el Protocolo de Montreal, al conocer los resultados de la investigación del diario y de la EIA. Sin embargo, también afirmó hay que «cavar más profundo», ya que el problema podría extenderse más allá de los casos descubiertos.