El Norte Chico de nuestro país actualmente se encuentra bajo una de las peores crisis hídricas de su historia. Esta realidad quedó plasmada en el más reciente informe de estado de embalses y aguas subterráneas publicado por la Dirección General de Aguas. En él, se detalla que los niveles de embalses como “La Paloma”, en la Región de Coquimbo, o «Lautaro», en la Región de Atacama, han alcanzado mínimos históricos de 6% y 0%, respectivamente, contrastando con la realidad de las zonas centro y sur del país, que este 2023 experimentaron un alza en las lluvias respecto a años anteriores.
Dentro de este ambiente de sequía, una de las zonas más afectadas es la Región de Coquimbo, cuyo déficit de precipitaciones ha alcanzado el 80%. Marco Garrido, académico del Departamento de Producción Agrícola de la U. de Chile y Director del Centro de Estudios de Zonas Áridas (CEZA), ubicado en esa región, destaca cómo de los ocho embalses presentes en esta zona, seis actualmente están a menos del 15% de su capacidad. “Llevamos un déficit de precipitaciones durante más de diez años. Podrás entender que la sequía meteorológica es bastante intensa porque se va acumulando año a año y eso tiene como consecuencia una sequía hidrológica afectando los cursos de agua”, advierte el investigador.
Es por esa razón que, desde el año 2018, el Departamento de Producción Animal, financiado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), realizó la investigación “Mejoramiento de la Sustentabilidad y Resiliencia de sistemas de producción caprina en zonas áridas frente a los efectos del cambio climático”, proyecto impulsado con el objetivo de ofrecer mecanismos de adaptabilidad para las y los crianceros de ganado caprino, uno de los sectores productivos más afectados por estos escenarios de sequía.
Giorgio Castellaro, académico del Departamento de Producción Animal y director del proyecto, atestigua cómo el ascenso de las temperaturas máximas y la disminución de las precipitaciones ha impactado negativamente a este rubro clave en la zona. “Esos factores, indudablemente, van a repercutir en la productividad, en los terrenos de pastoreo de esa zona y en el bienestar animal. Si uno suma todas esas cosas, sin duda, repercute también en lo que es el bienestar de las personas que viven de estos rubros”, lamenta Castellaro.
Como resultado de esta investigación de cinco años, que finalizó a principios de 2023, se llegó a la propuesta de inseminar cabras criollas con el material reproductivo de la cabra murciano-granadina de España. Esta acción, señala la directora alterna del proyecto, Claudia Torres, se basa en la enorme adaptabilidad de la cabra española a condiciones similares a las que es posible encontrar en la Región de Coquimbo, lugar que fue el foco de la investigación. “La raza española es básicamente más pequeña que la cabra criolla. Se asume que un animal más pequeño es más fácil de mantener, tiene requerimientos capaces de cubrir las condiciones de la zona. Además, es un animal que tiene características de leche muy conocidas y que son muy superiores a lo que uno encuentra”, explica la ingeniera agrónoma.
Sin embargo, durante el desarrollo del proyecto, también se evidenció la enorme afinidad entre ambas especies, logrando que incluso las primeras crías obtuvieran las características deseadas. “Conversando con veterinarios españoles me decían que los troncos de origen de las razas se parecen (…) Al final, da cuenta del origen de nuestra cabra criolla cuando fueron traídas por los españoles hace 400 años atrás”, señala la investigadora Claudia Torres.
Con los resultados de esta investigación, el siguiente paso es lograr que se vayan implementando estos cambios en la zona norte. Esta labor, como destaca el profesor Castellaro, tiene como propósito generar una alternativa sustentable para un rubro que, en el pasado, ha intentado medidas más extremas, como la relocalización de cabras en la zona sur u opciones más radicales, como la terminación de rebaños. “Con estas cabras, una opción es aplicar condiciones de restricciones nutricionales, ya que al ser cabritas más pequeñas comen menos, tienen mayor eficiencia biológica en la producción de leche”, afirma Giorgio Castellaro, director del proyecto.