Por José Negrón Valera / «Colombia, el surgimiento del Estado paramilitar»

En un hecho sin precedentes, pero que nos muestra bastante bien el estado actual de cómo se encuentra la política hegemónica en el mundo, un aliado de Washington en Sudamérica, Álvaro Uribe Vélez, publica sin ningún tipo de escrúpulo una apología al exterminio del pueblo colombiano.

por *José Negrón Valera
Agencia de Noticias Sputnik

¿Cómo es posible que esto ocurra sin que las instituciones del Estado colombiano, se conmuevan en lo más mínimo?

Puede que la primera razón sea que se han acostumbrado a tolerar esta clase de formas en la política. Lo otro, es que están absolutamente controladas por esta clase de operadores. Pero puede que la verdadera causa resida en que el Estado colombiano, en su totalidad, ya ha mutado hacia una clase de estructura que solo sirve para el control social y no para defensa de su población.

Un Estado que ha sido modelado y construido a imagen, semejanza e interés de los grupos elitescos que a través de la violencia y el miedo ejercen la administración del poder en Colombia.

Si queremos hablar de Estados que representan una grave amenaza para la inestabilidad de la región suramericana, creo que debemos prestar verdadera atención al drama colombiano.

¡Cuánto nos preocupa Venezuela!

El Observatorio de Memoria y Conflicto, perteneciente al Centro Nacional de Memoria Histórica, compiló en cifras un drama que durante 60 años no ha generado tal cantidad de titulares y atención mediática como Venezuela desde que Nicolás Maduro asumiera en 2014 el poder en Venezuela.

«La guerra en Colombia ha dejado 262.197 muertos: De este total de víctimas fatales, 215.005 eran civiles y 46.813 eran combatientes. Un total de 94.754 muertes son atribuidas a los paramilitares, 35.683 a la guerrilla y 9.804 a agentes del Estado; la guerra dejó 80.514 desaparecidos (de los cuales 70.587 aún siguen desaparecidos), 37.094 víctimas de secuestro, 15.687 víctimas de violencia sexual y 17.804 menores de 18 años reclutados».

Para la especialista en ciencias sociales, Karen Dávila, quien trabaja como investigadora del Observatorio Feminicidios Colombia perteneciente a la Red Feminista Antimilitarista, «la guerra es una realidad que siempre nos ha acompañado» y para entender el país hay que comprender el conflicto armado el cual «es transversal a cualquier análisis social», apunta.

La entrevista exclusiva para Sputnik, justo cuando en Colombia se conmemora el asesinato del líder liberal, Jorge Eliécer Gaitán, permite que usemos la referencia histórica como plataforma de análisis.

A juicio de Dávila, la muerte de Gaitán es un hito en la historia de la violencia en Colombia. Puede que la génesis del conflicto armado que vive dicho pueblo hoy día.

«Gaitán tenía un proyecto de Unidad Nacional. Un hombre que logró aglomerar a amplios sectores de los partidos conservador y liberal, y mucho más importante a las grandes masas de pobres históricamente excluidas», apunta.

Su muerte no sólo provocó uno de los conflictos más largos de la historia moderna sino además, derivó en un estallido social, conocido como ‘el Bogotazo’, que dividió a Colombia hasta el presente.

«La propia ciudad modificó su espacio luego del estallido. Se dividió en Norte y Sur. Al norte, se fue a vivir la gente de clase media y alta, y hacia el sur se quedó la gente pobre», complementa Dávila.

— ¿Cómo evoluciona la violencia y el conflicto colombiano, luego de ese hito?

Se forma un ejército de corte paramilitar que es apoyado por el Gobierno de Laureano Gómez. Un ejército que persigue a los liberales de manera descarnada y completamente sangrienta. Quema pueblos, comete todo tipo de masacres y torturas. Aparecieron los grupos denominados chulavitas, pájaros y cóndores, que eran sectores de lo más reaccionario de la sociedad que entrenaban asesinos y que provienen de las capas pobres de la sociedad, pero que sirven a los intereses de los grupos de las élites conservadoras colombianas.

— Para muchos jóvenes, la creación de los grupos paramilitares se relaciona con Uribe Vélez, sin embargo, parece un fenómeno anterior…

Utilizar un aparato de represión sangrienta apoyado por el Estado es un fenómeno que se repite en la historia colombiana. Incluso después de la supuesta desmovilización de los paramilitares, durante el Gobierno de Álvaro Uribe, se generan las bandas criminales. Siempre el Estado colombiano ha tenido un brazo de control que es con el que asesina, masacra, desaparece. Ya que con la fuerza pública no puede hacerlo de manera tan abierta, siempre se vale de este aparato para ejercer la represión.

— Al ver el fenómeno paramilitar en una línea del tiempo, pueden extraerse factores comunes, pero también ciertas diferencias…

En algunos casos, ha mutado. Por ejemplo, el paramilitarismo de Álvaro Uribe está emparentado con el narcotráfico, el paramilitarismo de los años cincuenta está más vinculado con la tenencia de la tierra. Aunque, lo que hay de fondo en el proyecto paramilitar es la tierra. Antes, mataban y acusaban a cualquiera de liberal para apoderarse de los territorios. El paramilitarismo que encabeza Uribe Vélez también tiene ese elemento porque es el espacio que necesitan las transnacionales para explotar los minerales, y el que requieren para la producción y tránsito de las drogas.

Un artículo de la revista ‘Semana’ titulado ‘Un millón de hogares campesinos en Colombia tienen menos tierra que una vaca’ apoya el punto de vista de Dávila. Para la Oxfam, este país es el más desigual de toda América en cuanto a la tenencia de la tierra se refiere. La propia directora de la organización para Colombia, Aida Pesquera, reconoce que el Gobierno de Colombia «hace oído sordos» para atender la situación.

La guerra fría como excusa

El paramilitarismo en Colombia, a juicio de Dávila, surge no solo por la configuración de factores en pugna al interior del país, sino que responden a un contexto global.

La tensión Rusia-Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial se traslada a Latinoamérica y allí ambas potencias se disputan las áreas de influencia.

La investigadora considera que un hecho significativo es que justo el día en que asesinan a Gaitán y estalla el Bogotazo, se desarrollaba en la ciudad una conferencia panamericana con representantes de toda la región. Todos los medios de comunicación señalaron a los comunistas de la violencia.

«El mensaje no era tanto para los colombianos como sí para todos esos invitados a la reunión panamericana. El fin era posicionar la idea de que la izquierda era una gran amenaza para el continente. Desde allí no solo se dio el marco para el diseño de la política anticomunista en Colombia. No es casual que a partir de ese hecho comenzara la persecución en América Latina del comunismo a través de acciones como el Plan Cóndor», señala Dávila.

El aparato de control social

En la década de los ochenta, el fenómeno paramilitar en Colombia se fortalece al darse una inimaginable alianza. Poco a poco, la élite política consigue su socio más importante al aliarse a los grupos del narcotráfico. Los objetivos de ambos logran una inusual coincidencia: luchar contra la guerrilla y por extensión con la izquierda política.

El zar de las drogas, Pablo Escobar, incluso se hace de los servicios del mercenario israelí Yair Klein, quien llega al país suramericano para entrenar en técnicas de contrainsurgencia a los grupos que trabajarían para Escobar.

Para Dávila, la guerrilla genera oposición al narcotráfico por todo lo que implica ese proyecto de corrupción del tejido social. Por tanto, se convierten en un objetivo militar pues les entorpece la producción y transporte de la cocaína.

«Para esas mismas fechas surge la Unión Patriótica, que es un proyecto político que comienza a generar esperanza en la población colombiana y sectores progresistas, y la élite colombiana decide unirse a los narcotraficantes para exterminar por completo lo que representa para ellos esa amenaza», señala.

El antropólogo Michael Taussig, en su libro ‘Un gigante en convulsiones’, relata cómo los paramilitares crearon una especie de ‘shock’ terrible en la sociedad colombiana. El miedo, según Taussig, es uno de los sentimientos más poderosos para someter a los seres humanos a la parálisis. Es por esta razón que Dávila reconoce que Colombia es una sociedad de control violento para evitar el surgimiento de alguna alternativa que le dispute el control a la oligarquía asentada en el poder.

«Es un miedo completamente válido. Hay toda una evidencia de muerte e impunidad, donde no se le garantiza a nadie que expresarse o acompañar algún acto de justicia, no termine significando su propia muerte» apunta.

Pero a juicio de esta analista, lo más peligroso para Colombia es el efecto que este patrón de violencia genera en los jóvenes.

«Viven en un tejido social completamente deshumanizado. Entienden que su vida es algo que no se extiende en el tiempo, sino que simplemente debe obedecer a la máxima de sobrevivir a toda costa, sin importar lo que deba hacer. Es un sujeto indiferente hacia los otros, viven una realidad completamente carente de derechos», señala.

— ¿Qué le recomendaría a Venezuela para que evite el surgimiento de un fenómeno como el paramilitar?

El pueblo venezolano tiene a su favor que hasta ahora no ha tenido una guerra fratricida, en el último siglo. Es una gran ventaja que se debe preservar por encima de cualquier cosa. Cuando el presidente Maduro plantea todo tipo de mecanismos para que la paz se mantenga, yo siento de fondo esa preocupación por no permitir un conflicto entre hermanos. Sabemos que la sociedad venezolana está polarizada, pero en lo cotidiano, uno no ve esa violencia que es necesaria para que prosperen grupos de asesinos fratricidas, como uno los ve en Colombia o Centroamérica.

— Oposición y Gobierno deben sumarse en esta tarea, ¿no lo cree?

Desde los dos bandos, desde la gente que tiene conciencia, se debe entender que la lucha política jamás nos debe llevar a la deshumanización. Y debemos saber que todas las campañas de instigación de odio, son mecanismos diseñados para provocar una guerra civil. Estados Unidos no pretende entrar aquí a que mueran sus marines. El escenario ideal es tener venezolanos que maten a otros venezolanos y que prospere un proyecto favorable a sus intereses e incluso, así como pasó en Chile, que sea totalmente fascista. El esfuerzo que debe hacer la sociedad venezolana debe ser para resolver el conflicto de forma política para así evitar una guerra.

— El peor de los escenarios…

En una guerra no gana nadie, y después que esta ocurre el cambio en la sociedad es significativo. Es una invitación a más guerras, porque las heridas que dejan son muy difíciles de sanar. Todas las injusticias y venganzas que se producen en un conflicto bélico, van y vienen, es una violencia regresiva y cíclica.

Parte de los análisis de los colombianos que estamos en Venezuela, incluso chilenos y argentinos, que han vivido guerras civiles, es siempre procurar sumar a la paz y a que esta sociedad se exprese de forma democrática, y que por más que no entendamos al otro bando siempre hay que darles un espacio político para evitar que su único camino sea la violencia.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK Y LA RAZÓN

*Antropólogo y escritor venezolano, investigador en guerra no convencional, contraterrorismo y operaciones de información. Autor de los libros ‘Un loft para Cleopatra’,  ‘Reyes y dinosaurios’ y ‘Saber y poder: el proceso de renovación académica en la UCV (1967-1970)’. Premio Nacional de Literatura «Stefanía Mosca» 2018.